El tic tac de aquel reloj hoy irrumpe en el silencio de
esta habitación, y del living, y de la cocina, que cómodos estaban reposando bajo las luces
de la tormenta. Estas en mi mente y te pienso, hermética, indiferente y
desencontrada, deambulando entre sombras sugerentes, que desean nada, y sin
embargo, esperan algo…
Mi naturaleza se retuerce ante los tiempos que se están escurriendo,
y nuestros cuerpos sin conocerse. No me conformo, ni planeo renunciar al cielo
o a tus estrellas.
Este círculo se torna paso a paso más pequeño, más
profundo, y vos, deberías aflojarte, abrirte, gritar desde tus entrañas sin
temor a perder.
No comprendo que haces allí, en la quietud, escondiéndote
tras las cicatrices de un alma mutilada, que teme volver a florecer, inundada de lágrimas hondas apretadas en tu garganta, e implacables insomnios. Mientras que por fuera, te desborda
una revolución, una rebeldía imparable, con sueños y mundos infinitos, con cosquillas
en los pies y ojos anhelando un nuevo rumbo.
Mi barriga se alborotada ante todos aquellos detalles que no siempre te fueron fáciles de percibir, de oler, de conocer. Desde la frescura de tu piel a la inmaterialidad de tu mirada; me seducen tus espacios, tu locura con tintes de originalidad, tu siempre hermosa y caprichosa libertad.
No busques una caricia en el exterior, una cama de antaño sin proyectos de futuro, ni ates las culpas a un pasado ya prófugo de tu corazón. Pues hoy me encuentro aquí parado, expuesto y vulnerable ante tu sonrisa, muy lejos de pretender una amistad de protocolo, esperando la oportunidad de que tomes mi mano y aceptes escapar de la inexorable sensación de soledad, una invitación a nuestros tiempos compartidos, a las rutas desdobladas y planes sin destinos; te invito a charlas en desvelos reciclables, a desgustarnos, mientras transites aun por las calles de esta ciudad; hoy contamos con la tregua del destino.