Cuando te pasas durmiendo la mayor parte de la vida comenzas a valorar algo mas que esos transitorios lapsos de realidad, y por momentos, crees escapar de aquella monótona condición para despertar en algo aun más confuso, en algo, con lo que vale la pena emborrachar el corazón.
Sumergido en la hermosa, pero palpable melancolía de que todo sucedió, doy paso a la muerte en el camino hacia otra victoria. Un camino que pese a ser turbulento, esta plagado de buenas tentaciones, y que sin embargo, no le quitan el vértigo de un plan alternativo.
Pulgada tras pulgada observo que no todo el que vaga en estos escenarios lo hace sin rumbo, pues va en busca de una cita muy oscura con el destino.
Ahora, emprendo el viaje sin saltearme ninguna parte, y comienzo a dejar tras de mis huellas, una incierta cantidad de personas sustitutas. Entonces, y haciendo caso omiso a mis predicciones sobre el efímero contacto, me doy el lujo de probar su piel, y de enredar con sucios jugos su razón. Es ahí cuando dejo de ver esas “pequeñas” omisiones como meras traiciones, pues cada secreto, ahora forma parte de mi propia historia.
En más de una ocasión sepulte las futuras oportunidades sin siquiera, esa última mirada, enterrándolas bajo un espeso silencio. Pero hay algo que de lo que hoy no puedo escapar, y es del recuerdo, no continuo,
pero si efectivo, que me dibuja sus rostros, que enciende sus palabras, y me zambulle en cadavéricos momentos.
Sigo adelante, con el único objetivo de concretar esa premonición, en busca de ESE algo que me incite a un despertar permanente. Me gusta imaginarte, creer que la existencia de tu realidad supera mi fantasía, que no todo dista de ser fugas ya que ambos esperamos la colisión de nuestros caminos.
Esta tarde alguien me dijo, que la cantidad de habitantes esta altamente relacionada con la posibilidad de encontrarte; pero desde ese momento no dejo de preguntarme, una y otra ves :
¿ si compartimos esta vida, por que no compartimos nuestras vidas?
