Pose mi cabeza sobre la almohada, apague la tele y en pocos minutos me encontré inundado de situaciones no resueltas. Esta noche con capota gris, donde recuerdos malgastados decidieron ocupar el lugar de mis sueños, y dejaron sin excusa a la somnolienta realidad, no me ofrecía ninguna garantía de conciliación. Mientras la poca coherencia que aun me acompañaba, amenazaba con el mañana, los actos reprimidos y las palabras encubiertas no dejaban de acecharme.
Son aquellos momentos, en los que fui incapaz de actuar y lento con las palabras, donde se desperdicia la única oportunidad, los que ahora me tienden una escaramuza…
En un tiempo distante de los hechos, mi mente me juega una mala pasada, se queda deambulando en los recuerdos, barajando las probabilidades, una mas absurda que la otra, queriendo interpretar sensaciones que le son ajenas tan solo para satisfacer su ego. Esa tentativa inocentemente perversa de calmar o relanzar los momentos, esta demasiado inmersa en el fuego inmediato, como para no pensar mas en lo que tal ves hubiese sucedido. Apetitos carentes de vínculos sólidos pero deseosos de otra oportunidad, buscan la reivindicación de lo banal como expresión de lo profundamente sepultado, en lo no establecido. Esta demanda de respuestas absurdas ante situaciones inexistentes ya me están dejando sin aliento; paso de ser una mera recopilación de “aprender de un error” a una presión trivial por el control total del probable futuro.
Hoy, días mas tarde, la sensación de impotencia tomo el control, me vi saturado por la situación, desmañado de acción ante lo acontecido y no tengo más remedio que recapacitar, en un detestable estado de conciencia absoluta. Esperaba no sucumbir nuevamente ante el silencio cuando me enfrentase con el mismo escenario, pero ahora es inevitable optar por una reflexión sin abstraerse de la nada. Sin importar cuantas veces resurja la misma fabula en mi cabeza, con todos sus posibles finales y cuadros, me va a ser imposible vaticinar una realidad a menos que me encuentre en pleno contacto con mis sentimientos, y mas aun, pueda controlarlos sin dejar de serles condescendientes…
Somos esclavos de la palabra pero dueños de nuestro silencio ( Sigmund Freud )